Estaba triste cuando llegué a Ámsterdam. No quería estar sola, aunque viajaba así… y creo que la ciudad también lo sintió, porque el centro me dijo que la magia estaba en otro lado.
No quiero que se me malinterprete, Ámsterdam es preciosa, pero vi un cartel afuera del museo del Moco que decía “cuidado con los ladrones” y me sentí desprotegida. Con poca libertad en la ciudad más libre del mundo.
Mi hotel estaba por la zona de los museos. Al tercer día, me senté en las bancas del jardín del Rijksmuseum a lamentarme. Y observé una flor. Y se me ocurrió sacar la cámara. Y le tomé foto. Y cuando la revisé me di cuenta que se coló una persona. Y cuando llegué a mi casa y vi la foto en grande me di cuenta que la persona se mimetizaba con la flor. Y cuando recuerdo el momento me produce una de los pocas sonrisas que la ciudad me colocó.
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Ficha Técnica de la foto en el microcuento:
Canon, Powershot SX530 HS.
Ámsterdam, Holanda. 2017.
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